Ruta de senderismo “Las Lagunas-Alto San Pedro”

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Comunidad Autónoma: Castilla y León

Provincia: Ávila

Zona: La Moraña

Municipio: Vega de Santa María

Tipo de recorrido: Circular

Recorrido: 10 km

Desnivel: 150 m.

Tiempo: 4 horas

Dificultad: Media

Señalización: Sin señalizar

Época recomendada: primavera, verano, otoño, invierno

Sendero homologado: no

Autor: Javier Jiménez Canales

 

M.I.D.E:

Medio: Escasos factores de riesgo. Nivel 2

Itinerario: Exige identificación de accidentes geográficos y puntos cardinales. Nivel 3

Desplazamiento: Marcha por caminos de tierra, prados y sendas. Nivel 3

Esfuerzo: De cuatro a seis horas de marcha. Nivel 3

 

Descripción.

Acceso:

Desde Vega de Santa María, Ávila. Situada la población cerca de la carretera

N-403, a 20 kilómetros de Ávila.

Coordenadas inicio de ruta:

X: 358.646.13

Y: 4.522.733.19

 

Descripción general de la ruta:

La ruta parte de la casa rural “Duquesa de la Conquista. De allí buscamos la parte Norte de la localidad, llegamos a las “Charcas de abajo” y tomamos esa dirección Norte cogiendo el camino de las Eras, que nos lleva a la Era Grande y la Era Chica, cruzamos el prado, para recorrer el camino que discurre todo a lo largo, a la izquierda del Arroyo Saornil. El camino se eleva y nos coloca en una situación privilegiada para contemplar desde el alto de San Pedro, pinares, mantos forestales, arboledas y tierras de labor damadas, con un contraste cromático que varía con las estaciones de año, pero que enriquece la vista y nos inunda de una sensación de paz y tranquilidad, a la que nos lleva el siempre agradable viento de las alturas. Valles, quebradas y el nicho de un antiguo río, hoy el arroyo Saornil, nos trasporta hacia el paisaje evolucionado, donde antaño se levantaron dos pueblecitos hoy desaparecidos.

La ruta parte de la casa rural Duquesa de la Conquista, que ofrece guía con la contratación del alojamiento. Nos lleva a las antiguas Charcas de abajo. Es un antiguo lavadero, situado al Norte del casco urbano, donde hoy, en sus aguas, viven unas carpas que alimentan los vecinos. Hay un abrevadero para el ganado también y el camino invita a recorrer los primeros metros sin perder la vista al pueblo, hasta que en una bifurcación, cogemos a la derecha y recorrido 700 metros, encontramos un paso canadiense que nos mete en un prado, antiguas eras de los Duques de la Conquista, donde se trillaba tras segar el cereal. Hoy pasta allí ganado lanar. Tras recorrer 400 metros por el prado, aparece la Laguna Grande. A la izquierda quedan unas modernas granjas para el engorde de pollos. El sigilo y la observación certera, nos puede reportar el avistamiento de preciosas aves migratorias: zancudas como cigüeñas, garzas; avutardas y sisones y pájaros de menor tamaño, comparten este habitad con los ánades: pollas de agua, patos, gansos, ánsares y acuáticas de numerosas especies. De allí parte el colector de los Toscales, que une esta laguna con la llamada Laguna Chica, al otro lado del camino de Blascosancho que habrá que cruzar. Bien siguiendo el colector, o el camino que cruza el prado, llegamos a la otra laguna, situada a medio kilómetro de distancia. Este punto es otro de los descansaderos de aves migratorias, habitad de especies muy llamativas.

Allí comienzan a elevarse los primeros chopos que nacen en el arrollo Saornil. Los dejaremos a la izquierda y serán nuestros compañeros durante los 700 metros del recorrido en esta primera parte. Un camino más ancho nos cruza. Es el camino a Villanueva. Le despreciamos cruzándole y continuamos en esa dirección Oeste, siguiendo el recorrido del Sol que busca el ocaso. Habremos recorrido 2.700 metros cuando el camino comienza a elevarse y separarse de los chopos que hacen ahora más densa la masa forestal. Estamos subiendo el alto de San Pedro. A la derecha, dentro de un cercado, un pinar joven, una caseta de observación de aves y una explanada en el terreno. Llegado el cerro, en el alto, las vistas de las tierras que aparecen a la izquierda, nos obligan a la parada y a la contemplación de un paisaje que nos va a acompañar hasta en punto de retorno. En la parada, debemos saber que estamos en el lugar donde antaño se levantaba un pueblo desaparecido San Pedro y de su existencia en el pasado, dan cuenta restos de ladrillos y tejas que aparecen por doquier y debemos respetar siempre. Andamos camino adelante, sorteando curvas a derecha e izquierda al borde de un desnivel muy interesante que descubre a cada instante quebradas y arroyos que desembocan en el principal, dibujado por fornidos árboles y amplia anchura de un arroyo, antes río, que lleva hasta el Adaja.

Queda ante nuestros ojos el encantador espectáculo de las tierras que conforman un damero multicolor, diferenciado por los diversos cultivos y salpicados por arbustos, encinas, pinos y matorrales que dan a la zona la sensación de estar inmerso en la más pura naturaleza bien conservada. El viento que siempre acompaña en este cerro, nos acaricia y recuerda que somos parte del paisaje y como tal debemos contemplarle en toda su extensión. Hemos andado algo más de cinco kilómetros con el denominador común del agua de las lagunas y el que recorre y da fuerza al arroyo Saornil. Nos permite avistar aves, ver la trayectoria de vida de los pinos piñoneros y disfrutar de un espacio que podemos considerar como de los más atractivos de esta tierra. Delante una cerca que protege unos pinos jóvenes reforestados, pone fin a este tramo y nos invita a dar la vuelta. El camino de regreso, por el mismo trazado, nos vuelve a recordar las sensaciones vividas anteriormente. Al descender y volver a la depresión del llano, cogemos el primer camino que se nos ofrece a la derecha. Era el de Villanueva y nos lleva a Vega de Santa María y al descanso de esta ruta de diez kilómetros. Sencilla y apasionante ruta para amantes de la naturaleza, de la historia, de la cultura rural y para los profanos que poco tienen que hacer para vivir y disfrutar de sensaciones apasionantes y tomar conciencia que están ante uno de los lugares más interesantes de esta comarca. Naturaleza en su más extensa expresión y más puro concepto de vida animal y forestal, en perfecta comunión con las labores agrícolas y la intervención humana en el medio. Paisajes soñados, regalo de la Madre naturaleza que esta ruta pone a nuestros pies y, ante la pequeñez del Hombre, nos hace sentir grandes al despertar nuestros sentidos y hermanarnos con la esencia de la Creación, por lo que la ruta exige, como todas, mucho respeto al medio. Se aconseja el recorrido en familia, el paseo relajado y comentado, compartido y con carácter de aventura sencilla que deja un recuerdo imborrable. Ideal recorrido para hacerla en bicicleta, si bien en esta modalidad, pudiera ser más cómodo y como alternativo, hacer el recorrido de vuelta también como ida, es decir, saliendo por el camino de Villanueva, tomar el segundo camino que se ofrece a la derecha y conectar con el arroyo de Saornil.